El vino argentino conquista el mercado estadounidense.
Normalmente no volveríamos a prestar atención a un tipo de vino tan sólo 18 meses después de una cata a ciegas. Pero estábamos en una fastuosa fiesta de Navidad hace poco, del tipo donde sólo se sirven los vinos de moda, y el tinto era un Malbec de Argentina.
Cuando le mencionamos el vino a otro invitado dijo: "Oh, mi mujer descubrió el Malbec hace poco y ahora no bebe nada más". Luego estábamos en un programa radial y la productora dijo: "El Malbec ha sido el favorito de mi marido desde hace un año". Y algo parecido nos pasó varias veces más.
La explosiva salida al ruedo del Malbec argentino es algo que no se ha experimentado desde la precipitada popularidad del Merlot hace más de una década, y esta es aún más interesante: mientras la principal atracción del Merlot era su suavidad y facilidad de beber, el Malbec es más desafiante, con un sabor más especiado y arriesgado. Pero, ¿cómo está el Malbec
manejando su reciente fama?
Malbec es una de las uvas clásicas de Burdeos, pero en Francia no se usa mucho. La apuesta de la industria vinícola argentina por esta variedad ha sido compensada con creces: las importaciones de vino argentino a EE.UU. se han multiplicado por ocho desde 1999.
En 2003, los estadounidenses bebían unas 11 botellas de vino australiano por cada botella de vino argentino; en los primeros 11 meses del año pasado, esa cifra era de tres por una.
Argentina se ha convertido en el cuarto mayor exportador de vino a EE.UU. en volumen (después de Italia, Australia y Francia), superando a Alemania, España y Chile en los últimos cinco años.
En el pasado, los vinos que se han vuelto populares de la noche a la mañana han salido perdiendo porque han estimulado la plantación de viñedos en lugares no idóneos, resultando en un vino frecuentemente aguado.
¿Puede el Malbec evitar esa suerte? Compramos 50 botellas de las cosechas de 2006 y 2007, para averiguarlo. La mayoría costaron entre US$10 y US$12.
Digamos primero que hemos sido fans del Malbec por diez años. Estos son vinos sabrosos, interesantes, con notas especiadas y pimentadas, con un punto de mora, buena acidez y un punto final limpio.
En general, nos gustó la mayoría de los vinos, pero dicho esto, es un buen momento para plantear un interrogante, ya que más vinos de lo que esperábamos no nos parecieron muy agradables. Sabían como vino a granel, hechos con frutos pequeños y poco esmero. Muchos también estaban saturados de sabores de vainilla y roble que encubrían el sabor de la fruta. Algunos de estos vinos, además, en lugar de tener la particular acidez fresca, parecían haberse sido rociados con limón concentrado.
Seguimos creyendo que los viñedos argentinos de Malbec son una apuesta segura en su bodega, sobre todo considerando sus precios asequibles. Aunque pediríamos a los productores no matar la gallina de los huevos de oro creando océanos de vino poco auténtico y sin carácter. Los consumidores no son estúpidos. Se darán cuenta, como se han dado cuenta de que un buen Malbec es una de las mejores gangas en vinos tintos del mundo.
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