En un pequeñisimo pueblo de un país asiático vivía Hikaru con su hijo Yuto. La esposa y madre habia fallecido hace menos de dos años y es por eso que ellos dos vivían solos.
Yuto tiene diecisiete años y su padre, Hikaru, sesenta. Ambos trabajan en su tienda de pescados que tienen en la feria del pequeño pueblo adonde habitan.
Pero Yuto aparte de ser un trabajador tiene la mentalidad de un niño, juega absolutamente todo el día. Se junta con niños menores y se presta a cualquier diversión con una sonrisa estampada en la cara.
Una tarde de las tantas en las que él jugaba con los otros chicos se quedo dormido, agotado en el piso, precisamente sobre la carretera de tierra que usan todos los transportes para entrar y salir del pueblo.
Un camión de providencias no pudo verlo debido a la escaza luz del lugar, y Yuto tuvo el infortunio de ser pasado por arriba por el camión. Pero al menos la muerte no le toco el timbre, sino que simplemente lo mando al hospital.
Hikaru corrió desesperado al hospital al enterarse de la noticia, y cuando llego el medico le dio el diagnostico: había que amputarle una pierna el escurridizo y jugueton hijo.
De forma llamativa Hikaru acepto la noticia con una sonrisa y le dijo al medico que no había ningún problema, que el cuidaría de su hijo una vez que la operación termine.
Al cabo de quince días, Yuto llego a su casa con muletas y decidió encerrarse en su cuarto por un prolongado tiempo.
Pueblo chico infierno grande, ya todos los habitantes sabían del accidente sucedido. Por eso el mismísimo día que Yuto volvió a casa se acercaron absolutamente todos a darle su apoyo al padre y su mas sentido pésame.
Pero para sorpresa del pueblo, Hikaru al recibir condolencias, apoyo y palabras de lamento, respondía únicamente “Hay que ver”.
Luego de la velada, los habitantes del lugar creían que el accidente de Yuto había vuelto loco a Hikaru, ya que no podían comprender que en vez de llorar desconsolado les respondiese a todos “Hay que ver”. ¿Habia que ver? ¿Qué cosa? ¡Su hijo había quedado con una sola pierna! Aparentemente Hikaru se había vuelto loco, y es por eso que poco a poco la gente comenzó a hacerlo a un lado y dejar de consumir sus productos que en otro momento eran considerados los mas frescos de la aldea.
Un mes mas tarde de lo ocurrido, aquel país asiático se declara en guerra. Absolutamente todos los chicos del pueblo tenían que enlistarse para ir a la batalla sin excepción alguna. Huir, no presentarse o simplemente negarse a participar era traición a la patria y la condena era la muerte.
Dos meses mas tarde, el mismo camión que había atropellado a Yuto, acompañado de dos mas, traía en su caja cientos de ataudes de todos los chicos del pueblo. La guerra había sido un fracaso y todos los chicos de la aldea habían muerto en la misma. Todos menos Yuto, que gracias a no tener una pierna no pudo ir a la guerra y con eso salvar su vida.
En el día del funeral la aldea entera se junto y luego de enterrar los cadáveres se quedaron consolándose entre ellos. Hikaru se acero a dar su mas sentido pésame, y de repente todos comenzaron a decirle lo afortunado que era en tener a su hijo, a lo que Hikaru respondió nuevamente, “Hay que ver, hay que ver”.
Aprendiendo.
Hace 10 años