Mi humor, siempre mantuvo una regla oficial inquebrantable: Reírme pura y exclusivamente de aquellas cosas que se eligen, y dejar de lado, el puñado extenso de las que no.
Por eso, no me siento mal al reírme de un tarado mental que haciendo Willy con la moto se rompió una pierna, de un flogger, o simplemente de un tipo que decidió colgarse el celular en el pecho.
Sin embargo, no le encuentro la gracia a un orejon, un homosexual, o una esquizofrénica. Simplemente, por que sospecho que solo las cosas en las que el humano decidió el camino, pueden hacerme reír. De otra manera, seria lo mismo reírme de un árbol, de la lluvia, o de los planetas, y les puedo asegurar, que estaría con un chaleco de fuerza hace mucho tiempo.
De cualquier forma, hay una línea extremadamente delgada entre las cosas que se eligen y las que no. Por ejemplo, un alcohólico les dirá que la adicción no se elige. Y yo estoy seguro de que si.
Algo similar pasa con la obesidad, creo que el hecho de decidir atiborrarse de carbohidratos como si fuese el día del juicio final, es una decisión pura y exclusivamente de las personas. Nadie le puso un revolver en la cabeza a Porcel, y le dijo que derrapara en un restaurante chino. Por eso mismo, hoy voy a despotricar contra ellos, y voy a hacerlo sin piedad.
La obesidad, es para los argentinos lo mismo que para cualquier sociedad, la igualdad social: la pagamos entre todos.
Pero respecto a la igualdad social, nada puede hacerme sentir mejor. Y respecto a la obesidad, nada puede hacerme sentir peor.
No contentos con comer hasta perder la forma humana y tener menos forma que una cucharada de arroz, lo obesos han decidido ser subvencionados por todo un país que debe sufrirlos y mantenerlos.
Por eso digo basta, por que estoy podrido de poner plata para un grupo de personas que tiene la suerte de comer mucho, y resignar la porción de aquellos que tienen la mala suerte de no poder hacerlo.
Al vivir en un país en el que la gente muere de hambre, encuentro un poquitito mal el hecho de ayudar a quienes les sobra.
Pero la locura siempre camina de a pasos agigantados, y es por eso que no me sorprendió cuando una mujer obesa denuncio a una aerolínea por querer cobrarle dos boletos. ¿Qué pretendía? ¿Acaso le parecía correcto que alguien no viaje por culpa de su gordura? ¿O tenia pensado pedirle a su compañero de viaje que le sostenga el sobrante de su culo?
Como si esto fuera poco, gracias a esos amarillistas programas de televisión, se logro declarar a la obesidad como una enfermedad, lo cual me parece bien. Lo que me pareció mal, fue el aumento en mi obra social, para que estos animales descabellados puedan pagar su cinturón gástrico. ¿Acaso son todos hijos míos? ¿Por qué debo mantenerlos? Es una locura sin igual. Es lo mismo que a mi vecino le llegue una factura de luz por el doble de lo consumido, argumentando que yo consumo mucha, y el debe pagarla.
Pero la locura no solo crece de a pasos agigantados, sino que también cambia de rumbo como un tren sin chofer. Por eso, tampoco me sorprendió que obligasen a los locales comerciales a vender ropa de todos los talles. Y cuando digo de todos los talles, me refiero a XXL.
Digamos que si yo decidí perder la forma humana, lo mínimo que puedo hacer es tomarme el trabajo de rastrear negocios que puedan venderme carpas.
Por eso, nadie podría quejarse si el día de mañana los tuerto exigen a las fabricas de anteojos que fabriquen los mismos para gente con un solo ojo. Los mancos exigirían remeras con una sola manga, y la gente con pocos hombros, dirían que las musculosas se les resbalan.
¿Quién tiene más razón? ¿Aquel que nació sin un ojo, o deformado, o aquel que DECIDIO comer como un dinosaurio? Simple, el que no decidió.
Por eso, en estas épocas adonde se están haciendo leyes para permitir cosas, quisiera plantear una que comience a prohibir algunas.
Estoy de acuerdo con los obesos, me los fumo en pipa, y sigo manteniéndolos, pero eso si, adonde me cruzo uno comiendo en un local de Fast food, le pego tal voleo en el orto, que lo levanto un metro del suelo.
Lo mínimo que pretendo, es que si tengo que mantenerlos, no los dejen comer. Sino, en vez de pagar una cura, estoy pagando una cuota alimentaria.
Aparte, si me diesen a elegir, preferiría pagarle la locura a un drogadicto, o el escabio a un alcohólico, que de ultima la pasan bomba y me puedo reír con ellos.
En síntesis, estoy de acuerdo con seguir manteniéndolos, pero solo si se declara ilegal venderle comida.
Quiero tener un 0800 para llamar, en caso de cruzarme alguno en un Burguer King. Quiero que no puedan comprar comida en el supermercado, que supere la cuota del doctor Ravenna. Y quiero que el sábado a la mañana estén todos corriendo en Hollywood. Es lo mínimo que pido.
Aunque lo se, vivimos en un país de vivos. Y ahora que la marihuana se puede consumir, ya puedo imaginarme a los vendedores de Fideos con estofado en la villa. ¿Se imaginan a los obesos yendo a pegar suprema a la napolitana? ¿Haciendo cola en la villa con los tuppers?
El escuadrón anti narcóticos rompería las puertas de las fabricas de pastas en vez de la de los narcos, y la noticia seria algo así como: “Gran allanamiento. Encuentran cien kilos de albóndigas y varios kilos de helado”.
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