martes, 18 de agosto de 2009

Bomberas Voluntarias..




Cuando los hombres comenzamos a ser niños, y dejamos de ser bebes, el primer regalo que recibimos es un auto. Siempre algún tío o abuelo considera apropiado el hecho de regalar autos en miniatura, aunque este no sea el platillo especial de ningún niño.

Mas tarde, a eso de los seis años, empezamos a recibir regalos que nos marcaran el rumbo de nuestras vidas. Exactamente como sucede con las mujeres. Con la gran diferencia de que ellas reciben regalos creativos y de dedicación, y nosotros de destrucción y abandono.

Fíjense ustedes, el claro ejemplo de una niña recibiendo un bebe de plástico. ¿A que puede jugar? Hay que bañarlo, cuidarlo, darle de comer, etc. A los seis años, una vida depende de ellas.

En el otro extremo, estamos nosotros, quienes llevamos adelante la vida de los pilotos de ese avión de plástico, al que jugamos a estrellar una y otra vez contra cualquier árbol.

Mas tarde, las mujeres comienzan a recibir hornos de mentira, carritos de compras de mentira, y muñecas a quienes vestir. En ese momento, nosotros ya somos dueños de nuestra primera pelota, y no podemos ver nada más.

Cuando la adolescencia comienza a asomar, a los varones nos regalan nuestra primera bicicleta. De alguna forma, nos invitan a retirarnos de la casa de la forma más diplomática disponible.
Ellas, son agasajadas con una fiesta en la que son la principal estrella, o en su defecto, mandadas a recorrer el mundo en su viaje de quince años.

Analizado esto, es imposible no comprender como funcionan las mujeres y como lo hacen los hombres.
Mientras que nosotros jamás habíamos pensado en nada, ellas lo tenían todo planeado. Mientras pateábamos al arco, ellas elegían el primer nombre de su hijo. Mientras andábamos en bici, ellas ya sabían como querían casarse. Y mientras nosotros compramos nuestro primer pantalón, ellas ya tienen todo un armario para donar.

En la raza humana, las mujeres son las que jamás titubean ante la toma de decisiones. Son corajudas, a veces egoístas, y por que no, seguras de si mismas.
Los hombres, somos más bien cobardes, buscamos garantías, y nos da mucho placer poseer cosas.

Dicho esto, ¿Quién puede negar que las mujeres son mas maduras? Es obvio. Mientras nosotros nos maquinábamos con dibujitos animados, con disparar cohetes, o con hacer un gol de mitad de cancha, ellas ya amamantaban a su primer bebe de juguete, le daban de comer, y hasta algunas enfermas mentales lo habían enterrado.

Tal vez por esto, sea que universalmente hablando, los hombres somos buenos para empezar, para encontrar a puerta de entrada, o simplemente para crear algo. Pero misteriosamente, somos malísimos dejadores. No servimos para irnos, para terminar, ni para finiquitar nada de lo que comenzamos.

En contra parte, las mujeres son especialistas en terminar cosas. En decir adiós, y no pensarlo dos veces.

Por eso, siempre digo que no hay nada más peligroso que una mujer decidida a hacer algo, y con la capacidad de lograrlo.
En nuestro caso, y aunque me duela en el alma, tengo que afirmar que desde que existe el MSN, se acabaron los galanes.
Si, disfrutamos mucho el cortejeo cibernético, y antes inclusive de invitar a salir, queremos garantías sexuales escritas en la pantalla de nuestra computadora.
De alguna forma, esto atenta contra la reproducción humana, y contra el futuro de todas las citas pendientes del mundo.

Para el hombre, una mujer llorando es lo mismo que para un bombero un incendio. Es exactamente igual. No importa la manera, hay que apagarlo, anularlo, y nada más nos importa en ese preciso momento.

La mujer, puede comerse un kilo de helado sin tragar mientras nos esta dejando, y pedirnos que nos corramos de su vista, ya que le tapamos la visibilidad del televisor.
No titubea, sabe lo que quiere, y hasta es capaz de decir algo que en el diccionario masculino no existe: La verdad.

Por eso, si prendiésemos fuego dos casas simultáneamente, y en cada una de ellas colocásemos a una persona de cada sexo, veríamos cosas llamativas y graciosas.

El hombre, se vería poseído por la ansiedad y la necesidad de apagar el fuego, y si al lado suyo tuviese varios maletines llenos de dinero que superen el valor del inmueble, estoy seguro que los arrojaría a las brasas con el fin de ver extinguido el incendio. Mas tarde, tiraría al perro, a la madre y hasta a sus propios hijos a las llamas, sin importarle lo mas mínimo. En cuestión de segundos, diría nuestra frase característica: ¿Qué hice? Y se tiraría al fuego para quitarse la vida al ver su error.

En el caso de la mujer, al ver el fuego recogería sus pertenencias de mayor valor. Después, saldría de la casa con el fin de ponerse a salvo, y mas tarde llamaría a los bomberos para que ellos se ensucien las manos en el fuego. Para cuando lleguen los bomberos, ella ya estaría en casa de su mejor amiga viendo alguna película interesante.

Por eso también podría afirmarse que hay más hombres bomberos que mujeres, más hombres policías, y más hombres mecánicos.
Si nos ponemos a pensar, el uso de la fuerza no altera ninguna de las capacidades laborales en ninguno de los casos, por lo que no hay razón para que esta estadística tenga estos resultados.

Pero no importa, por que los hombres, no sabemos lo que hacemos. Sabemos que empezamos algo, que de seguro, en algún momento quisimos, solo que obviamente, no sabemos como terminarlo.
Como este post, que en algún momento tuvo una idea general, pero que por más que me esfuerce, no puedo encontrarle un final. Solo ratifico, que fue fácil empezar, lo difícil es mantenerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Escuchame una cosita mogolico, ya mismo baja este post de tu pagina de cuarta. Deja de robar pensamientos ajenos o te hackeo la pagina y no al ves mas.

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